miércoles, 11 de febrero de 2009

Todos brillamos


Siempre he admirado a las personas con prolija ortografía. Uno de mis puntos débiles, pero de los más chiquitillos, (grita mi conciencia), siempre ha admirado a la gente bien vestidita, bien peinadita, bien perfumadita. Sí. Admirar es reconocer que son mejores que yo en esos y muchos sectores. No es catastrofismo (Ahora tan de moda), sólo es admitir. me quito el sombrero (si lo tuviera) ante los de carácter equilibrado, a los que nunca se enojan, a quienes nunca se salen de sus casillas, a los que nunca se les mete el chamuco y jamás les inyecta los ojos de ira rabiosa. Admiro a los respetuosos, a los caballerosos a los atentos a los bueno ciudadanos que no se pasan los semaforos en rojo. Al ciudadano ejemplar que ayuda a viejecitas a cruzar la calle; al ciudadano que no tira basura, al estudiante cumplido, a los maestros ejemplares (como Laura), a los políticos honestos (debe haber uno entre todo el montón) , a los sacerdotes de verdadera vocación (¿habrá de perdida dos?). En fin admiro aquello que no soy. Alguna vez admiti que soy un mamarracho, y si, normalmente el viento me despeina, no llevo conmigo mi lustrador mágico de calzado, ni encajo en los mundillos de los antros ni pseudo intelectualoides de la ciudad, ni quiero pertenecer. Pero admiro sobre todo a aquellos que se dan a los demás, no sólo a la Madre Teresa de Calcuta, sino a todo aquel o aquella que salen a diario de casa, que se la viven en pachangas y son el centro de atención donde van. Yo no puedo. No quiero. Creo que soy misántropo o ermitaño o alguna pendejadita afin. ¡Qué más quieres?


Me río de aquellas que entran al blog y se asustan o me dejan sus buenas intenciones: "pobrecito, voy a rezar por ti para que se te quite esa manera de ser". Me causan risa eas otras personas que entran sólo a criticar, más estupidos e ignorantes que yo. Sepan que son un alivio, saber que no soy el más estupido ni el más azorado del mundo. Relajense. Sólo se proyectaron. No me es fácil convivir con los demás. No puedo. De repente puedo ser alegre y al poco rato ser el más burlesco e insoportable. Puedo ser tierno y al día siguiente el ser más indiferente. Nadie en verdad, nadie me ha visto. Yo no soy este cuerpo, ni soy mis errores, ni mis fallas ni mis traumas.... ¿Alguien se atreverá a intentarlo? La respuesta yo la conozcó y me importa un máldito cómino. Yo tampoco soy adivino. descubro que mi interior es un abísmo frío y solitario, un desmadre bien hecho. No he aprendido a amar. Y dudo que alguien quiera y tenga las ganas y la paciencia para enseñarme. Dejame aislarme rico este día. Me pregunto cuantas cosas lograría si fuera un poco organizado, un poco más puntual, un poco menos pendejo. Hay cosas que no puedo manejar si estoy solo. Ven, te invito, vamos a tumbar a patadas la puerta del despacho del Señor y decirle unas cuantas frescas en su cara. Así me va a ir. Hoy me siento una luciernaga en la viscosa lengua de un sapo. Y sin embargo brillo....

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Puff!! Gracias! En caso, claro, de que te refieras a mi... :-)
Pero no creo ser ejemplar..
Saludos.

Anónimo dijo...

Misogino? Claro que no, para nada...

Si tu sensibilidad nace precisamente de la gran admiracion que sientes por nosotras.

Anónimo dijo...

que razon tenias con todo lo que me dijiste....... ahora yo me siento peor, y mas destrozada que nunca. quiero morir, no tengo razon para seguir, me siento mal mal mal, y mirame sigo aqui