viernes, 6 de febrero de 2009

Si los perros hablarán


Hoy viernes puedo contarlo, porque entonces, el lunes, ni ganas. Mi pequeño amiguito, mi compañerito; mi brazo derecho en la observación del firmamento cada noche... Mi fiel y aguerrido cachorro Lobito, enfermo subitamente el domingo pasado. Una diarrea persistente a causa de permitirle relamer un gran hueso de res. No sabía ni por donde empezar la fierecilla a morder y lamer. Ese fue mi error. Lamer y relamer un hueso fue demasiado para su estomago de cachorro apenas habituado al cambio de alimentación y precipitado destete. Me arrepentí. Para el lunes ya se le notaba la baja de peso a causa de la fuerte deshidratación y para colmo era día inhabil. Las veterinarias cerradas. Tuve que darle a beber manzanilla y suero oral con una cucharita para bebes. Es impresionante como pierde peso un cachorro deshidratado. Lo mismo pasa con los bebes humanos. Ya el martes, pude llevarlo al veterinario, tres dolorosas inyecciones. Darle pepto a mañana, tarde y noche, fue la prescripción médica; sin dejar de darle agua, suero y la manzanilla.


Ese martes en la noche, lo tome en miz brazos, nos sentamos en el sofa donde ocasionalmente miro televisión. Ahí lo acaricie, lo abraze fuerte, le dije mirando sus ojillos hundidos: "vamos pequeñito, mi pequeña sombra, tu puedes, nos falta mucho por caminar juntos, nos quedan muchas noches que andar buscando estrellas fugaces, nos queda una montañita en especial que quiero que subamos juntos.... Debes recuperarte y crecer y.... en ese momento, recorde que no estába en mis manos, sino en las de Dios, su recuperación y a él me dirigí:


Dios o como te llames... sabes muy bien que no me gusta la compañia de la gente, que soy huraño y que últimamente no he hecho algo de lo que pudieras estar orgulloso. Sólo te quiero pedir una cosa, si te lo haz llevar, hazlo ahora que está en mis brazos. Tú que eres el dueño de todo el universo, de constelaciones, galaxias enteras y millones de soles, sólo tienes que alargar tu brazo para tomarlo, no me moveré, no blasfemaré, no maldeciré. Lo que si no podrás evitar, son mis lagrimas, porque de esas, soy el único dueño en esta vida que me diste. Y si he llorado por alguien alguna vez, esta pequeña criatura merece todo el llanto que me quede. Porque yo estaba a su cuidado y he fallado. No sería el primer perro que se me murierá, no, y por eso lo pongo en tus amorosas manos Señor, pero que sea en este momento... ¿Sentiste celos de mi felicidad señor? Tú tienes todos los cachorros que desees. Perros más hermosos y exóticos sé que están a tus pies. ¿Te molestó verme feliz por un ratito? Sí no es así señor, dejalo a mi lado.


Aún enfermito, el animalillo, alzo su cabecita al escucharme llorar y lamió mis lagrimas de mis mejillas y mi barbilla; ahí si ya no pude me quebre retebonito y me heche a llorar como una colegiala.


Lobito se acuno entre mis brazos y se quedo profundamente dormido. Ahí me dieron las dos de la mañana. Antes de recostarlo en su camita, le di otras cucharaditas de manzanilla, lo recoste despacito y me fui a dormir. Al día siguiente, el miércoles, por la tarde de nuevo al veterinario, más inyecciones, más recomendaciones. Nada de paseos por el momento. Otra sesión de abrazos y apapachos en la noche. Más cucharaditas de pepto, te y suero oral. El jueves que volví del trabajo, mi amigo fiel me recibió a ladridos y muy juguetón. Olvide dar las gracias en ese momento, sí por lanzarme a jugar con él. Nos queda una vida juntos para hacerlo en cada paso, en cada ladrido, en cada croqueta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Quien fuera lobito, para ser atendida y mimada igual, pero no esta en mi.