viernes, 8 de febrero de 2008

La fortaleza de la Soledad


La semana se sucedio rápidamente. Tambíen hubo ceniza, pero ya no de cigarros. Anoche soñe a mi perro Lobo. Me desperto el tren de las cinco de la mañana y creí escucharlo ladrar en el patio de la casa. He intentado dejar de pensar y recordar....

Mi refugio es mi trabajo. Por las mañanas a la oficina de comunicación. Por las tardes a la radio. Un turno áños luz más comodo que el anterior. Finalmente y después de 15 años de levantarme a las 4 de la mañana, me quedo el hábito de despertarme en la madrugada. Y ahí está el problema. A salir a caminar por el vecindario a esas horas de la madrugada. Recorro, las calles por donde solía pasear con mi perro. Voy por el corredor escolar, llego hasta el jardín triangular donde nos acostabamos a mirar las estrellas. Una vez, le dije, señalando la constelación de Orión: "algún día todo eso será tuyo", y mientras me eche a reir, me relamía la cara.

Ya era un perro adulto. Ya tenía dos semanas vagando por el vecindario. Como que buscaba a alguien. Quizás alguien lo olvido. Solo se acercó a mi casa el 25 diciembre del 2005. Se le notaban las costillas. Pero aún hambriento y maltrecho no perdía la estampa de su raza. Un Huskie blanco y negro con un ojo azul y el otro cafe. Le compartí cuernitos de la cena de navidad. A la mañana siguiente amanecio enroscado afuera de la casa. Oficialmente ya tenía perro y él un hogar. Mi madre sentenció: "Tú lo adoptas, tú limpias", chin, pensé. Nunca dio problemas de esta índole. Afortunadamente su amo original debió educarlo muy bien. Nunca pusó un pie, bueno, una pata dentro de la casa, sin permiso.

Compartimos tantas caminatas nocturnas. Los amigos del vecindario nos veían y me tiraban carrilla. "Mi perro y yo", me gritaban, para luego pegar risotadas como demonios. Siempre ibamos a dar al jardín triangular a recostarnos junto uno al otro. Le encantaba que lo acariciara. En verdad, sólo le faltaba hablar. Nunca estuvimos solos en el jardín. Había colonos. Tres palmeras. Una cerca de truenos y un rosal enorme en la punta norte, que vanidoso presumía sus incontables capullos próximos a reventar. Días más adelante, nos toco presenciar todas sus rosas que como princesas de planetas lejanos saludaban a la noche impregnandola toda de su etereo aroma.

Su mansedumbre era tal, que en casas vecinas era acogido con alegría, sobre todo en una donde había niños. "Como se llama tu perro" me preguntó mi sobrino Jahír, "Parece un lobo", ¿Te parece ese nombre? Mientras recibía un lenguetazo en plena cara. Mi madre observo sabiamente: "En la casa donde vivía este perro de seguro había niños, porque se deja que le hagan de todo, le estiran la cola, se suben a él y no les gruñe". Una noche, mientras acomodaba mis libros, el Lobo estaba inquieto de salir a pasear, sonó el telefóno. Era una chica que hacía tiempo no sabía nada de ella. Deje salir al perro solo. No transcurrio mucho tiempo.... alguien llamó a la puerta. "Atropellaron a tu perro", dijo un amigo. Creo que ni colgue el telefóno. Tirado de costado estaba el animal. La cabeza ensangrentada. Con dificultad, aún respiraba. Se estiro como intentando levantarse cuando me sintió a su lado. Movio la cola. Cuando me regalo su última mirada, murió. Le cerre los ojos."Fue una camioneta Lobo roja" menciono un chiquillo en bicicleta. Que ironía. Una lobo mataba a mi Lobo. Lo cargue y lo sentí blando, como si fuera de agua y que se me escapaba entre las manos . Pasé junto a los amigos del rumbo, se quedaron mudos. A uno de ellos le cayeron gotas de sangre en sus tenis blancos. Y no dijo nada. Yo tampoco. Sonaban a lo lejos los tambores de los matachines. Era Diciembre

Lo enterre en un paraje de la sierra. Adelante del Kilometro 40. Llore como se llora a un amigo que se va. "Llegaste en diciembre, en diciembre te vas. Fuiste un corderillo con piel de lobo. Ve amigo Lobo, quizás tu dueño te llama".

Hace días retome las caminatas nocturnas hasta el jardín triangular. Sólo sobrevive una de las palmeras, también la valla de truenos. En la esquina norte un hay brusco agujero donde estaba el rosal. Lo robaron. Pero aún se percibe el aroma a petalos blancos. Se llevaron el rosal. Me quede con las rosas. Y un perro vagabundo es dueño del cinturon de Orión.

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