miércoles, 23 de abril de 2008

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Cierto día, hace algunos años ya, me pase el día entero lavando y puliendo mi motocicleta, una Kawasaki Ninja 600 modelo 1997; quedo como nueva. Así me alcanzo la noche. Decidi ir a dar un paseo. Tome el Boulevard Fco. Villa en la salida de las Américas. Todo bien. Gasolina, aceite, faro principal, todo en perfección. Luz Verde. Gire a la derecha con rumbo poniente. Acelere firmemente hasta los 50, 60, 65 kms. por hora.


El viento acaricio mi cara y mi pelo. Siguiente semaforo en luz verde, y el siguiente también. Más velocidad, 70 kms por hora.... de repente, una camioneta que venía por el carril en sentido oriente gira bruscamente, queda delante de mi como una pared. El choque no se puede evitar. Cierro los ojos. Un golpe sordo es lo único que alcanzo a escuchar. Dolor. Girar, girar, el viento en mi cara otra vez... siento como mi alma sale de mi cuerpo por la cabeza. Estoy consciente que estoy muerto. Un tunel de fuego azul, que serpentea entre las estrellas. Al lado de lo que animaba mi cuerpo, hay seres, entidades, acompañandome por ese largo e interminable tunel. No se cuanto tiempo transcurrio para detenerme subitamente. Es un lugar infinito, como una cámara gigantesca que no le veo principio ni final. Hay luz. La luz más blanca y brillante que ví en mi vida. Hay una vibración muy sutil, pero sensible, ¡es un canto! Me sentí parte de algo inmenso y muy grande. Experimente un Amor hacía esa vibración y yo era Amado. No estaba solo, pero no vi ahí, a nadie. Sí esto es la muerte, que hermosa es, pense. Me integro fácilmente. En eso, escucho una voz que reza, la voz de mi madre. Le grito, sin boca, tal grito es un estruendo. Ya no hay luz. Experimento una caída vertiginosa a través de la oscuridad. Me detengo, después de no se cuanto tiempo me detengo. Miro mi cuerpo sobre el asfalto, desde una altura como de aproximadamente 4 metros. Otra caída breve. Dolor intenso. Abro los ojos, estoy en mi cuerpo. Un taxista está de rodillas cubriendome la cara con su chamarra blanca que queda empapada en mi sangre. Había estrellas. El ulular de la sirena de la ambulancia se escucha, pero se hace eterno que no llega. Miro mis manos ensangrentadas, siento vidrios del faro de la moto en mi cara. No llevaba el casco. Llega la ambulancia. Una tortura el traslado al hospital del ISSSTE. Sobra decir que llore como un niño dentro de la ambulancia. Volví a nacer. El día: 29 de diciembre, la hora: 9:29 p.m.; el año: 1999.


Salí del hopsital al día siguiente, en muletas. Ni una sola fractura. La motocicleta quedo inservible. Al tercer día del accidente deje las muletas y me encamine al lugar de los hechos. Aún quedaban por ahí pedazos regados de vidrio, fibra de vidrio y una gran mancha de aceite. Me acerque a un lote de coches a platicar con el velador. Le pregunte: "¿Vió el accidente del miércoles en la noche?, -sí, hubo un muerto-, me contestó, la piel se me puso chinita, pero con una sonrisa y mirandolo, después de un largo suspiro, le dije -yo iba en la moto-.


Ese mismo año, 1999, me robaron mi coche, un Impala 1975 que yo amaba. En septiembre de ese mismo año, me robaron la cartera con 7 mil pesos dentro, el día: 9 de septiembre. Mi vida no cambio, pero si mi percepción de la misma. Los rezos de mi Madre siguen conmigo. Perdí todo lo material, pero no me tocaron ni un pelo. Todo lo relatado es verdad. Dios o Diosa, lo que está en aquel lugar, determino que aún no me tocaba.


"1:12 El Señor dijo al Adversario: "Está bien. Todo lo que le pertenece está en tu poder, pero no pongas tu mano sobre él". Y el Adversario se alejó de la presencia del Señor". -Libro de Job.

1 comentario:

avedeestinfalo dijo...

hey
saludos afectuosos
que padre esta tu blog
el mio esta en el olvido ya ni me acordaba de mi clave
pero bueno
tiene estilo
me gusto

ByE