martes, 19 de julio de 2011

Alondra y Cuervo



Cuervo, había decidido aquella mañana abandonar definitivamente la parvada con el fin de pasar su tiempo a solas. Que era como en verdad disfrutaba tanto volar quietamente sobre la pequeña ciudad. Adoraba tanto estar en las alturas. Sentía que ahí era a donde verdaderamente pertenecía.


Sin saber como, ni cuando; un día estuvieron lado a lado en la Fuente Cantarina del Jardín de Los Momentos. Ella blancamente fina, de alas delicadas, frágil figura y con un hermoso par de risueños ojos oscuros, un pico suavemente tierno y colorado. Él, tosco, de plumaje abundantemente oscuro, con un pico que cumplía la amenaza, día a día, de ser feo a más no poder. La sorpresa en él fue mayúscula, pues nunca había estado tan cercano a una creatura tan sutilmente hermosa. La miraba y la miraba una y otra vez remojar sus pequeñas alas en el agua de la fuente, hasta que uno u otro salpicón lo sacaba del embeleso. Alondra se iba píando una canción apresurada, en un abrir y cerrar de ojos, perdíase entre la arboleda tal y como llegaba. Casi sin sentir. Esto trastornaba a Cuervo terriblemente. Se lamentaba no haber dicho ni pío. Vaya ironía.



Todas las mañanas de aquel humedo verano, justo cuando el reloj de la iglesita de la plaza, se quejaba con sus herrumbrosas campanadas de las nueve de la mañana, Cuervo ya estaba posado sobre la fuente. Se desesperaba tan rápido que la impaciencia hacía presa fácil de él. Cuando menos imaginaba, ahí a su lado, Alondra ya remojaba sus alitas creando diminutos arcoiris matinales sólo para él. Cuervo, como era ya costumbre, dudaba en abrir el pico y dejar escapar un graznido que turbara la ducha matutina de Alondra. Más esa vez, como una bendita excepción, fue Alondra quien fijo su mirada tierna en la de Cuervo, entre parpadeos dulcemente lentos se aproximo a él, para zurearle "Me gustas, que bien te va el color negro"; Cuervo quedo petrificado. Aún despúes de que Alondra se marchó, él quedo con el pico abierto paralizado en la pequeña Fuente Cantarina del Jardín de los Momentos, por horas, días, semanas, meses y años. Aún se lo puede ver ahí, hecho un tonto.






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